Mario Vargas Llosa, Patricia, Gonzalo, Álvaro y Gabriel Eligio Gacía (padre de Gabriel) en Cartagena, 1967
En agosto de 1967 Vargas Llosa viajó a Bogotá y luego a Cartagena, lo acompañaba su compadre Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio. Mario se había empeñado en escribir un ensayo crítico sobre Cien años de soledad, una novela a la que le hubiera gustado escribir a él, como bien lo había dicho en un reportaje. Cuatro años después, lo publicó con el nombre de Historia de un deicidio, y es sin duda, la visión de conjunto sobre los orígenes de García Márquez que señalarían su destino creativo en todas las novelas que siguieron después. Dijo en aquel entonces que la novela de Gabo lo convertía en una especie de Amadís de Gaula de América. Cuando Eligio García (hermano de Gabriel) le preguntó por qué Vargas Llosa escribía, él le contestó: “A mí lo que me interesa es contar una historia. No pretendo demostrar nada, sólo me interesa mostrar. Como Flaubert, el escritor no debe opinar, no debe entrometerse con lo que ocurre en sus ficciones, debe ser imparcial ante su mundo, completamente desinteresado”. Y sobre América Latina dijo que su literatura era “la corriente más audaz, más ambiciosa y rica de la literatura de Occidente en este momento. Por lo menos es más importante que la francesa y la alemana, o la inglesa de ahora”.
La foto nos da una muestra del nivel de amistad que compartieron los dos titanes de la literatura hispanoamericana, tanto es así que Mario bautizó a su segundo hijo como Gabriel Rodrigo Gonzalo como una muestra de admiración por su gran amigo Gabo, los otros dos nombres los tomó también de los hijos del colombiano. Lamentable que tan grande amistad se resquebrajaría unos años después.
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