sábado, 2 de abril de 2011

EL INCA GARCILASO Y SU TIEMPO

En 1609 apareció en Lisboa un libro que impactaría en la valoración de los más famosos monarcas del antiguo Perú y forjaría sueños y utopías: los Comentarios Reales. El Inca Garcilaso de la Vega, mestizo por sus orígenes, hizo en sus páginas un esfuerzo excepcional por apreciar e integrar los dos mundos a los que pertenecía: el andino y el occidental. Su obra, cargada de nostalgia y de exaltación, de soterrados conflictos y dramáticas tensiones, marca el derrotero de la nueva cultura mestiza de América y lo convierte en el primer autor clásico de las letras americanas. Vida y obra, memoria y aspiraciones, se nutren y proyectan en esta extraordinaria aventura.


En 1539 nace en el Cusco el hijo natural de un conquistador, el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, miembro de una rama menor de un poderoso linaje español, y de la princesa Chimpu Ocllo, sobrina del inca Huayna Cápac. El niño es bautizado con el nombre de Gómez Suárez de Figueroa. Por su padre, está emparentado con los señoríos y linajes de Zafra, Feria y Garci Pérez de Vargas, así como con dos de los mayores poetas españoles, Jorge Manrique (primo de su bisabuelo paterno) y el renacentista Garcilaso de la Vega (primo de su abuela paterna). Por su madre, se vincula con los miembros de la panaca de Túpac Inca Yupanqui.

Una infancia cusqueña
La infancia de Gómez Suárez de Figueroa transcurre en la morada paterna del Cusco. El caos reina en la ciudad, sacudida por las guerras civiles entre los encomenderos encabezados por Gonzalo Pizarro y las tropas leales a la Corona de España. La ausencia del padre, enrolado en las huestes de Pizarro y tachado de traidor por la Corona, el miedo de las represalias y la falta de víveres marcan los primeros años del niño. Comparte esa dolorosa experiencia con su madre y sus parientes incas, su ayo y los criados de la casa, entre los cuales se halla su media hermana Francisca de la Vega, hija de la palla María Pilcosisa. “Los hijos criaban extrañamente, así los Incas como la gente común, ricos y pobres, sin distinción alguna, con el menos regalo que les podían dar” (CR IV-12).

Gonzalo Pizarro es apresado, condenado por rebelión y ejecutado en el Cusco, en 1548, pero el capitán Garcilaso de la Vega escapa a la sanción y logra ser nombrado corregidor. Como muchos otros conquistadores, el capitán debe contraer matrimonio con una española, Luisa Martel. Chimpu Ocllo, bautizada como doña Isabel, es entregada en matrimonio a Juan Pedroche. Gómez Suárez permanece en la morada paterna, y toma conciencia de la fragilidad de su estatuto de hijo natural y mestizo, a pesar del afecto recíproco que une al hijo con el padre.

“Faltaron escuelas de letras y sobraron las de las armas”, escribe Garcilaso (LF, 27). Junto con otros jóvenes mestizos, hijos como él, de poderosos conquistadores, Gómez Suárez asiste a las clases de latín, de gramática y de música, dictadas por el canónigo Juan de Cuéllar. El maestro exhorta a sus alumnos a proseguir estudios en Salamanca.

La partida
El capitán Sebastián Garcilaso de la Vega muere de “melancolía” en el Cusco, en 1559. A finales de su vida, su hijo transcribe la oración fúnebre en su honor, en un estilo que recuerda las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, “porque muriendo cayó un fuerte baluarte de la religión cristiana, murió... el padre de la patria, el reparo de los pobres, el amigo de los buenos, el espanto de los malos y finalmente, el amparo de los naturales” (H VIII).

El capitán lega a su hijo mestizo cuatro mil pesos para que pueda viajar a España y completar sus estudios. A los veinte años de edad, a fines de 1559, el joven mestizo sale de su tierra natal para no regresar jamás. Antes de su partida el corregidor Polo de Ondegardo le enseña los cuerpos momificados de los incas que acaba de descubrir. El joven emprende un largo viaje que lo lleva del Cusco a Lima y de Lima hasta el istmo de Panamá, donde se embarca nuevamente desde el puerto Nombre de Dios rumbo a Europa. Los temporales dificultan la travesía. Desembarca en Lisboa y de allí pasa a España. Después de una breve estancia en Madrid, donde gestiona en vano, ante la Corte de Felipe II, el reconocimiento de los méritos de su padre, Gómez Suárez se instala en Montilla, en casa de su tío don Alonso de Vargas, donde vivirá treinta años. Allí cohabitará un tiempo con Luis de Góngora, sobrino de Luisa Ponce de León, esposa de don Alonso.

Las armas y las letras
Después de una incursión en el campo de las armas contra la rebelión de los moriscos en las Alpujarras (1569-1570), que le valdrá el grado de “capitán”, Garcilaso decide dedicarse a sus dos pasiones, los caballos y las letras. En ese “rincón de pobreza y soledad” que es para él Montilla puede sin embargo adquirir una cultura clásica gracias a la biblioteca de los marqueses de Priego y a sus vínculos con los jesuitas y otros letrados cordobeses, entre los cuales figura Ambrosio de Morales, de la Orden de San Jerónimo, que siente gran estima por el Inca. Morales es personaje influyente y respetado, y un gran erudito en filología y arqueología. Como cronista oficial está encargado de acrecentar los fondos de la Biblioteca de El Escorial, lo cual le da acceso a diversos manuscritos, entre ellos el de Cieza de León sobre los incas del Perú. Morales alentó la realización de encuestas sobre los pueblos de España, que prosiguieron en América y han sido reunidas bajo el título de Relaciones geográficas de Indias.

Un pueblo elegido
La arqueología y las referencias a la antigüedad fueron marcos teóricos que Garcilaso utilizó para ordenar sus materiales. La filosofía neoplatónica y universalista de León Hebreo le brindó un modelo para reinterpretar el culto solar de los incas como una forma de monoteísmo precursor del cristianismo. El Templo del Sol aparece como la réplica americana del templo de Salomón, y el Cusco, como una Nueva Jerusalén “antártica”. Los incas son presentados como un pueblo elegido que sigue los mandamientos divinos: “Además de adorar al Sol por Dios visible [...] los Reyes Incas y sus amautas, que eran los filósofos, rastrearon con lumbre natural al verdadero sumo Dios y Señor nuestro, que crió el cielo y la tierra [...] al cual llamaron Pachacámac [...] quiere decir el que da ánima al mundo universo [...] el que hace con el universo lo que el ánima con el cuerpo” (CR II-2). “Y así, para que viesen el amor que como a sus hijos les tenía, mandó que ellos y sus descendientes para siempre se llamasen Incas” (CR I-23). “...el Sol los había enviado a la tierra para que sacaran a los hombres de la vida ferina que tenían” (CR II-19). Antes de morir, Manco Cápac reunió a sus hijos y “díjoles que a imitación suya hiciesen guardar sus leyes y mandamientos” (CR I-15).

Los incas como modelo político
La descripción del gobierno de los incas entraba en el debate europeo sobre los modelos políticos y el Inca Garcilaso se interesó por este tema a partir de las lecturas de Tomás Moro, Guicciardini y Jean Bodin; Jerónimo Román y Zamora, en su Tratado de las repúblicas del mundo (1575), le brindó el ejemplo de la república platónica fundada en la virtud. Los clásicos latinos que poseía en su biblioteca le inspiraron comparaciones entre los primeros incas y los primeros reyes romanos. El gobierno de los incas descrito en los Comentarios Reales es justo y previsor; el imperio está organizado de manera que se pueda disponer de la fuerza de trabajo de los tributarios, pero también suplir las necesidades básicas de las comunidades. Blas Valera, hijo de un conquistador y de una india de Chachapoyas, y miembro de la Compañía de Jesús desde 1568, desempeñó un papel importante en la gestación de los Comentarios Reales. En 1583 Valera fue acusado de llevar una vida indecente y fue encerrado tres años en el subsuelo de una casa de los jesuitas en Lima, seguidos de otros seis años de reclusión menos rigurosa hasta su liberación y viaje a España. Durante esos años de encierro Blas Valera compuso en latín su Historia occidentalis. En Cádiz pudo retomar sus clases de gramática hasta 1596, en que la ciudad fue invadida por los ingleses. Los jesuitas, que poseían un colegio en esa ciudad, debieron abandonarla precipitadamente y Valera, muy debilitado por tantos años de sufrimiento, tuvo que ser evacuado a Málaga, donde murió pocos meses más tarde. Algunos papeles de su obra fueron salvados del incendio del colegio por Pedro Maldonado de Saavedra, quien decidió entregarlos a Garcilaso de la Vega. Garcilaso los tradujo del latín y los incluyó en sus Comentarios Reales.


El imperio celeste y el imperio del Sol
Por intermedio de los misioneros de la Compañía de Jesús, con la cual estaba estrechamente vinculado, el Inca descubrió China, reino dotado de un sólido sistema moral, el confucianismo. El jesuita Joseph de Acosta, personalidad ineludible a la cual el Inca se refiere en muchas ocasiones, aportaba al respecto mucha información en su Historia natural y moral de las Indias, comparando a China con los reinos de México y Perú. En su estudio de Pachacútec, cita a Valera afirmando con respecto a sus leyes “que estos Incas del Perú deben ser preferidos, no sólo de los chinos y japoneses y a los indios orientales, mas también a los gentiles naturales de Asia y Grecia”. En esta jactancia, ¿no habrá alguna clave que nos permita explicar la desconcertante similitud que hay entre el Estado inca de Garcilaso y el celeste Imperio de China? [...], ampliamos y extendemos con la propia relación la que los historiadores españoles, como extranjeros, acortaron, por no saber la propiedad de la lengua ni haber mamado en la leche aquestas fábulas y verdades como yo las mamé” (CR II-10).

Es evidente que el cuadro idealizado del Imperio inca no correspondía exactamente a la realidad. Los incas no fueron el primer pueblo “civilizado” del Perú. La anexión de diversos grupos étnicos al Tahuantinsuyo no fue posible sin efusión de sangre y matanzas. Los sacrificios humanos existieron, como lo prueban los testimonios históricos y arqueológicos, aunque los incas no los practicaban masivamente. El monoteísmo incaico es una ilusión que lo indujo a minimizar el culto de las “huacas”, entidades telúricas y sagradas que hasta hoy día son temidas y veneradas por los campesinos andinos. Sin embargo, al dar de los antiguos peruanos una imagen tan positiva, legitimada por su autoridad, el Inca Garcilaso desacreditaba las otras crónicas que justificaban la conquista en nombre de la lucha contra la tiranía de los señores naturales. Garcilaso construía también un modelo político susceptible de alimentar la lucha de los americanos en favor de su reconocimiento, su dignidad y sus derechos.

Historia general del Perú
La segunda parte de los Comentarios Reales lleva por título Historia general del Perú y apareció después de la muerte del autor, en 1617. El libro está consagrado a la conquista del imperio de los incas por los españoles y a las guerras civiles posteriores; en sus páginas encontramos también referencias puntuales a la vida en el Cusco en los años 1540. El Inca Garcilaso no pierde ocasión de impugnar las acusaciones de traición esgrimidas por las autoridades contra su padre, cuya presencia ilumina un relato de mucho interés, injustamente opacado por el éxito de los Comentarios Reales. El desarrollo de las guerras en las que se enfrentan los conquistadores, que exigen la perpetuidad de las encomiendas, y los representantes de la Corona, que busca poner un límite temporal a esos privilegios, constituye lo esencial de la obra. Se trata de hecho de una historia políticamente incorrecta en la cual los bellacos y traidores de las crónicas oficiales como Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal se convierten en héroes y en víctimas. Carvajal es el mentor de Gonzalo Pizarro y el defensor de una sociedad nueva fundada en la alianza entre los incas y los conquistadores, opuesta a las pretensiones de la Corona. El plan fracasará y Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal serán ejecutados para servir de ejemplo. El capitán Sebastián Garcilaso de la Vega logrará in extremis pasar al campo de Su Majestad.

Túpac Amaru
En 1572 el virrey don Francisco de Toledo despacha a Vilcabamba, donde estaba refugiado el último inca rebelde, unas tropas al mando de don Martín García de Loyola. El inca es capturado y llevado encadenado a Cusco, donde es condenado a muerte y decapitado. Garcilaso ya no vivía en el Perú cuando tuvo lugar la ejecución, pero incluye este episodio en su Historia basándose en el relato que le hicieron sus amigos. Es, visiblemente, partidario del Inca Túpac Amaru y juzga con severidad al virrey Toledo, poniendo en boca de Felipe II las palabras siguientes: “Que Su Majestad no le había enviado al Perú para que matase reyes, sino que sirviese a reyes” (H VIII-10).

Los años finales
Decepcionado al no haber podido obtener el reconocimiento oficial de los méritos de su padre, el Inca ingresa en la orden terciaria hacia 1596 como simple clérigo, y hace votos de penitencia, pobreza y castidad. A comienzos del siglo XVII entra como mayordomo en el Hospital de la Inmaculada Concepción de nuestra Señora de Córdoba, en San Nicolás de la Villa, establecimiento especializado en el “morbo gallico” (sífilis). “Por tanto suplico a vuestra merced que me trate como a soldado que, perdido por la mala paga y tarde, se ha hecho estudiante”, carta del Inca Garcilaso a Juan Fernández Franco, 1593.

En setiembre de 1612 el Inca Garcilaso solicita la autorización del obispo de Córdoba para adquirir una capellanía destinada a acoger sus restos, preparándose para la muerte y la eternidad. Redacta su testamento, con numerosos codicilos, por el cual lega sus muebles y una pequeña renta anual de ochenta ducados a su concubina Beatriz de Vega, “mi criada”. Libera de su condición servil a Marina, una esclava morisca, y menciona también a tres criados, entre los que figura su hijo natural Diego de Vargas, a quien encarga la conservación de su sepultura. El Inca Garcilaso muere en Córdoba en la noche del 22 de abril de 1616 y su cuerpo es sepultado en su capilla de la mezquita-catedral de esa ciudad. En su tumba se inscribe este epitafio: “El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria, ilustre de sangre, perito en letras, valiente en armas, hijo de Garcilaso de la Vega, de las casas ducales de Feria e Infantado, y de Elizabeth Palla, sobrina de Huayna Cápac, último emperador de Indias. Comentó La Florida del Inca, tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios Reales. Vivió en Córdoba con mucha religión, murió ejemplar; dotó esta capilla; enterróse en ella; vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del Purgatorio: son patronos perpetuos el Deán y Cabildo de esta Santa Iglesia”. Tres años después del deceso de su padre, Diego de Vargas es nombrado sacristán de la capilla de las Almas Benditas del Purgatorio.

Impacto y balance
Ningún libro sobre las civilizaciones indígenas americanas, excepto la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, del padre Las Casas, gozó de un éxito tan rotundo como los Comentarios Reales. Durante más de cuatro siglos la imagen de los incas será aquella que Garcilaso forjó en su obra. En Francia, los filósofos del Siglo de las Luces la utilizaron para denunciar el despotismo colonial y clerical. La edición ilustrada de 1714 inspira una de las tramas de la ópera de Jean- Philippe Rameau, Les Indes galantes. Hallamos un tono similar en la obra de Jean-François Marmontel (1777). En los debates revolucionarios de la convención sobre la colectivización de las tierras, los incas aparecen mencionados. Diez años después de la independencia de Estados Unidos, el poeta Joel Barlow llama a Manco Cápac “our western patriarch” y considera a los incas como la más noble de las civilizaciones.

En el Perú, el rebelde cusqueño José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II (1780-1781), tenía los Comentarios Reales en su biblioteca. El libro, considerado como subversivo por las autoridades, fue prohibido después de la ejecución de los rebeldes. Libertadores como San Martín y Manuel Belgrano contemplaron la posibilidad de restaurar la monarquía incaica garcilasiana y el sol de los incas se convirtió en uno de los símbolos de las nuevas repúblicas. En 1850 fueron publicados en París los Recuerdos de la monarquía peruana, de don Justo Sahuaraura, acompañados por una serie de dieciséis acuarelas. Este libro fue redactado a partir de los Comentarios Reales por un descendiente de Isabel Chimpu Ocllo y en él Sahuaraura retomaba una profecía insertada por Gabriel de Cárdenas en la edición de 1723, que anunciaba la redención de los incas.

A comienzos del siglo XX los ensayistas peruanos Luis E. Valcárcel y José Carlos Mariátegui retomaron esa visión idealizada del pasado inca para construir un mundo nuevo. En 1928, Louis Baudin publica L’Empire socialiste des Incas, en que enfatiza la importancia de la reciprocidad y la redistribución incaicas. Raúl Porras Barrenechea resume así el aporte de los garcilasistas peruanos: “Riva-Agüero lo considera como el tipo representativo de la inteligencia peruana en lo que esta tiene de ponderación clásica [...] Mariátegui lo considera como el primer peruano, entendiendo como tal al producto de las dos razas pero con predominio de lo español [...] Valcárcel ve los Comentarios como una Biblia india”.

En 1978, John V. Murra, la mayor autoridad de los estudios andinos de su época, hace un balance del aporte historiográfico de Garcilaso en estos términos: “El hincapié en los aspectos de bienestar proviene principalmente de Blas Valera y de la amplia difusión que tuvieron sus ideas al ser incorporadas a los muy leídos Comentarios Reales de los incas [...] Ambos adornan la historia inca haciéndola aparecer más larga y más gloriosa. Finalmente los dos exageran la paternal benevolencia del Estado inca hacia sus súbditos, confrontando este mito con la dura realidad en la que ambos crecieron [...] tal caracterización no significa que su impresión de que en la época del Tahuantinsuyo había una mayor responsabilidad comunitaria, étnica, por el bienestar individual sea completamente ilusoria [...] Fue la sociedad local, de carácter étnico, la que en la época del Tahuantinsuyo, como antes de la conquista incaica, continuó organizando los esfuerzos de sus miembros de un modo que asegurara el acceso de todos a los bienes estratégicos del grupo”.

Si a la luz de los avances de la investigación histórica los Comentarios Reales del Inca Garcilaso pueden ser objeto de algunos comprensibles reparos, ello no invalida, sin embargo, su impacto en el proceso formulador de la conciencia y las utopías americanas de los últimos cuatro siglos ni la validez de muchos de sus asertos, potenciados siempre por la excelencia del estilo. La mitificación del Tahuantinsuyo ha visto modificarse sus proyecciones ideológicas y el propio Inca Garcilaso ha sido sucesivamente elogiado, denostado, convertido en verdad escolar o en blanco de reproches, sin que por ello su obra deje de ser un referente cautivador e ineludible.

El Perú de hoy tampoco es, obviamente, el que nuestro autor dejó cuando emprendió en 1559 su viaje sin retorno a España. Si pudiera volver, seguramente apreciaría el complejo resultado de ese mestizaje que en su tiempo él encarnó como parte de una minoría que empezaba a multiplicarse y era vista como peligrosa y poco fiable, y que ahora resulta mayoritaria en la vida peruana, cargada de esperanzas no obstante los problemas que debe aún remontar. El Inca Garcilaso quiso en particular que sus Comentarios Reales sirvieran para valorar la riqueza cultural de sus ancestros incas y lo logró; con el mismo talante, de seguro apreciaría lo avanzado ahora en la valoración de otras expresiones culturales originarias, que sustentan también la riqueza del caleidoscopio de la diversidad cultural peruana y americana. Su combate contra los prejuicios y la discriminación, no obstante las limitaciones de su época y de su propia perspectiva, se vería sin duda fortalecido en el presente, donde su obra sigue ejerciendo una especial fascinación en quienes se embarcan en su lectura. La vigencia de su mensaje integrador queda resumida en la dedicatoria de la segunda parte de su obra cumbre:

“A los indios, mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo Imperio del Perú, el Inca Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad”.


* Antropóloga e historiadora. Es profesora emérita de la Universidad de París X y miembro del Instituto Universitario de Francia. Es autora de, entre otras obras: Un inca platónico, Garcilaso de la Vega (1539-1616), Ediciones Fayard, 2006.



CRONOLOGÍA DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA

1532 Francisco Pizarro y sus huestes emprenden la conquista del Perú.
1533 Ejecución del inca Atahualpa en Cajamarca el 29 de agosto. Llegada de los españoles al Cusco, en noviembre.
1534 Fundación de la ciudad española de Cusco en marzo.
1535 Fundación de de la Ciudad de los Reyes (Lima) el 18 de enero.
1539 Nace en el Cusco Gómez Suárez de Figueroa, futuro Inca Garcilaso. En 1541, F. Pizarro es asesinado en Lima por el hijo de Diego de Almagro y sus partidarios.
1544 Inicio de las guerras de los “encomenderos” contra las “Leyes nuevas” de la Corona, que limitaban sus privilegios.
1545 Ejecución del virrey Blasco Núñez de Vela por Gonzalo Pizarro.
1548 Ejecución de Gonzalo Pizarro.
1549 Boda del capitán Sebastián Garcilaso de la Vega con la española Luisa Martel.
Carlos V prohíbe a los mestizos ilegítimos ejercer cargos públicos, salvo derogación especial.
1551 Pacificación del territorio. Celebración del Primer Concilio Provincial en Lima.
Control de las prerrogativas de los “encomenderos” por la administración de la Corona. Llega al Cusco el virrey don Antonio de Mendoza.
1559 Muerte de Sebastián Garcilaso de la Vega en el Cusco. Partida de Gómez Suárez a España.
1561 Llegada de Gómez Suárez de Figueroa a
Montilla. Aconsejado por su tío don Alonso de
Vargas, cambia su nombre por el de Garcilaso de la Vega.
Viaja a Madrid. Presenta ante la corte del  rey Felipe II una demanda de reconocimiento por los servicios prestados por su padre a la Corona, considerada improcedente.
1570 Al llamado de Alonso Fernández de Córdoba, marqués de Priego, deja Montilla y participa en la guerra contra los moros, en las Alpujarras, bajo la bandera de Juan de Austria. Obtiene el grado de capitán.
Se consagra a las letras y se relaciona con historiadores y anticuarios andaluces, como Ambrosio de Morales, así como con los jesuitas.
1572 Ejecución del Inca Túpac Amaru en el Cusco, por orden del virrey Toledo.
1590 Aparición de la traducción al español de los Diálogos de amor, de León el Hebreo, firmada con su nombre de pluma, Garcilaso Inca de la Vega.
1591 Se establece en Córdoba.
1596 Redacción de la Genealogía de Garci Pérez de Vargas escrita por su descendiente Garcilaso de la Vega, llamado el Inca, concebida originalmente como un prólogo de La Florida del Inca. Ese mismo año los ingleses invaden el puerto de Cádiz e incendian el colegio de los jesuitas. Algunos documentos se rescataron del desastre, entre ellos los apuntes de Blas Valera sobre los incas, que fueron remitidos a Garcilaso.
1606 Publicación de La Florida del Inca. Historia del adelantado Hernando de Soto... y de otros heroicos caballeros españoles e indios en Lisboa, editada por Pedro Crasbeek.
1609 Publicación de los Comentarios Reales en Lisboa, editada por Pedro Crasbeek.
1616 Muere el Inca Garcilaso en Córdoba, la noche del 22 de abril. Es enterrado en la mezquita de esa ciudad. El mismo día muere en Madrid Miguel de Cervantes y al día siguiente (del calendario juliano, pues en el gregoriano sería el 3 de mayo) fallece William Shakespeare en Stratford-upon-Avon, Inglaterra.
1617 Aparece la Historia general del Perú, Córdoba, edición póstuma por la viuda de Andrés Barrera.
1625 Observations of Things Most Remarkables, Collected Out of the First Part of the Comentaries Royal written by Inca Garcilaso de la Vega. Edición de Samuel Purchas, His Pilgrimes, London.
1633 Traducción al francés de los Comentarios Reales, con el título de Le Commentaire royal ou l’Histoire des Yncas, Roys du Pérou escritte en langue péruvienne par l’Ynca Garcilaso de la Vega, natif de Cuzco, fidellement traduite sur la versión espagnolle par J. Baudoin, París, Auguste Courbé, editor.

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