miércoles, 19 de enero de 2011

POLÉMICAS VARGASLLOSIANAS 2

Érase una vez en los ochenta...

GÜNTER GRASS LLAMA MENTIROSO A MARIO VARGAS LLOSA DESDE LA TRIBUNA DEL CONGRESO DEL PEN CLUB


Las declaraciones del escritor peruano a ABC protagonizaron la sesión de clausura


El eco de las declaraciones de Mario Vargas Llosa publicadas ayer en ABC ha sido inmediato en Alemania. La prueba más evidente es que el mismo Günter Grass aprovechó su intervención final en el Congreso Internacional del Pen Club, que se ha venido celebrando hasta ayer en Hamburgo, para responder a las palabras del escritor peruano recogidas en este periódico. Grass no ha dudado en llamar mentiroso a Vargas Llosa y de calificar de “simplificación atroz” la división que éste hace de los intelectuales de los países del Este en “sumisos y disidentes”. La vieja polémica entre ambos escritores ha cobrado así nueva actualidad.


            El XLIX Congreso Internacional del Pen Club ha concluido de modo imprevisto. Las declaraciones de Vargas Llosa a ABC han motivado que la sesión de clausura tomara un rumbo insospechado. Incluso el presidente del Pen Club, el británico Francis King, se vio obligado a intervenir para lamentar la “escalada” de la disputa entre los dos escritores.

            Vargas Llosa, en respuesta a unas declaraciones efectuadas por Günter Grass a una agencia de noticias, en lasque tras poner en duda la actitud democrática del escritor peruano, le acusaba de haber ofendido a García Márquez al calificarlo como “cortesana” de Fidel Castro, habría declarado a este periódico que Grass no defiende para Iberoamérica las libertades que propugna en Alemania. “Él es un gran defensor de la democracia en su país-decía Vargas Llosa-, pero cuando se trata de Iberoamérica, su apoyo se dirige hacia los países totalitarios. Esta doble moral lo que guarda en el fondo es una discriminación y un prejuicio que yo calificaría como el racismo del siglo XX. No tengo nada en contra de su obra literaria; lo que deploro es que no admita que la libertad sea la misma para Alemania que para Iberoamérica”.



LAS POLÉMICAS VARGASLLOSIANAS 1

Para los pesimistas y convalecientes de miopía voluntaria que niegan y se rasgan las vestiduras lanzando diatribas contra el inquebrantable credo democrático y libertario de Mario Vargas Llosa, en el presente artículo presento un hecho que marcó la pauta política de la década del 70 y que tiene a nuestro laureado escritor blandiendo el gonfalón de la libertad y de la lucha antirrepresiva.  

El caso Padilla

Heberto Padilla y su esposa Belkis Cuza Malé

Heberto Pa­dilla abogado, poeta y periodista cubano en el año 1971 durante un re­cital de poesía llevado a cabo en los salones de la Unión de Escritores, dio lectura a su libro titulado Provocaciones, lo cual produjo protestas de los intelctuales adheridos al régimen castrista y su posterior detención por considerársele contrarrevolucionario. Es así que el 20 de marzo de 1971, conjuntamente con su esposa, la poetisa y escritora Bel­kis Cuza Malé. Ambos fueron acusados por el Departamento de Seguridad del Estado de “actividades subversivas” contra el gobierno revolucionario de Cuba. Merced a la reacción inter­nacional que provocó el encarcelamiento, sobre todo en los grupos de intelectuales de todo el mundo, entre los cuales se contaban Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Alberto Moravia, Susan Sontag, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Hans Magnus Enzensber­ger, Juan Goytisolo, etc…Padilla y su esposa fueron liberados.

Después de su liberación, Pa­dilla fue separado de la Universidad de la Ha­bana y de la Unión de Escritores y enviado como traductor a la Editorial Arte y literatura. Con motivo del discurso de Fidel Castro anun­ciando su disposición de dejar en libertad a los presos y ex-presos políticos, Padilla se dirigió oficialmente al Jefe del Gobierno de Cuba solicitando su autorización para salir del país, pero le fue negada. Entre las numerosas gestiones de dignatarios y personalidades internacionales para lograr su salida, se destacó la del editor de la revista The New York Review of Books, Robert B. Silvers, la del presidente del PEN American Center, el novelista Bernard Malamud, así como la del político e historiador Arthur Schlesinger, Jr., quienes solicitaron la colaboración del senador Edward Kennedy. El 13 de marzo de 1980, Kennedy fue informado por el gobierno de Cuba que Padilla podría salir del país hacia Estados Unidos el día 16 de marzo, vía Montreal.

A su llegada a Nueva York, Heberto Padilla fue invitado por The Institute for Humanities y por el Woodrow Wilson International Center for Scholars, de Washington. Finalmente fallece el 24 de septiembre del año 2000 de un ataque al corazón a los 68 años, en Alabama.

Al respecto, la revista Caretas a través  del periodista César Hildebrandt entrevista a Vargas Llosa, la misma que a continuación presento:

A VARGAS LLOSA 
Caretas, junio de 1971         
Entrevista: César Hildebrandt

Nunca se sabrá si Heberto Padilla imaginó, cuando suscribió la autoconfesión con que el régimen cubano creyó castrarlo ante los ojos del mundo, que iba a desatar la más apasionada polémica intelectual de los últimos años.

La cronología de los acontecimientos se inició con el apresamiento de Padilla –uno de los más brillantes representantes de la generación “intermedia” de la que es voz ortodoxa la de Roberto Fernández Retamar- acusado, junto con su mujer –Belkys Cuza Malé- de actividades contrarrevolucionarias. Tres semanas después, Padilla se autolapidaba en una carta devastadora  que habría enorgullecido al propio Zhadanov, comisario cultural del oscurantismo estalinista. Casi simultáneamente, Castro trataba de “impúdicos” a los “intelectuales liberaloides que calumnian desde Europa la revolución Cubana” y anunciaba una nueva –y penosa- política cultural. La respuesta de la intelectualidad, de la que fue pionero Vargas Llosa, fue dura también pero en todo caso menos pasional e iracunda. Asociar a la CIA el nombre de Sartre, firmante del manifiesto de protesta por el caso Padilla, es algo que ni los neoestalinistas subdesarrollados criollos, han podido hacer.

La réplica castrista al escritor peruano llegó vía Haydée Santamaría. La directora de la revista “Casa de las Américas” acusó a Vargas Llosa de sumar su nombre a la lista de los “peores calumniadores de la revolución” y lo acusó de haberse negado a entregar el monto del premio “Rómulo Gallegos” como fondo de la guerrilla del Che, y prefirió comprarse una casa.

En esta exclusiva entrevista telefónica con  CARETAS, Mario Vargas Llosa, cuya limpieza y responsabilidad como intelectual será arduo cuestionar, habla desde Barcelona sobre el espinoso affaire.

CARETAS- ¿Buenas tardes Vargas Llosa, CARETAS aquí,…¿Aló?

VARGAS LLOSA- Buenas noches, qué tal.

CARETAS- Aquí  listos para escuchar sus repuestas, estamos grabando.

VARGAS LLOSA-  Correcto, ¿Me está oyendo?

CARETAS- Perfecto…Bueno….¿No cree usted que su actitud, que nos parece intelectualmente justa, ha mellado de alguna manera la imagen de la Revolución Cubana?

VARGAS LLOSA-  Creo que su pregunta confunde el efecto con la causa. Lo que ha mellado de alguna manera la imagen de la Revolución Cubana son las autocríticas de los compañeros Heberto Padilla, Pablo Armando Fernández, Belkys Cuza Male, César López y Manuel Díaz Martínez, acusándose de traiciones  imaginarias y las alarmantes  declaraciones de Fidel sobre la cultura en general y la literatura en particular en su discurso de clausura del Congreso de educación. Yo no he hecho más que protestar por estos sucesos que contradicen lo que siempre he admirado en la Revolución Cubana: haber mostrado que la justicia social era posible sin despreciar la dignidad de los individuos, sin dictadura policial o estética. Pienso que lo ocurrido en estas últimas semanas mella esta imagen ejemplar de Cuba y que ha levantado trascendentales protestas en el mundo. Hablo únicamente, claro está, de las protestas de la izquierda, como la carta enviada a Fidel por 61 escritores y artistas –Sartre, entre ellos, José Revueltas, a quienes nadie se atreverá a llamar reaccionarios, que habían hecho suya desde el primer momento la causa de la Revolución Cubana. Dicho esto,  permítame agregar algo más: en otras ocasiones, Cuba y el propio Fidel han sabido rectificar los errores cometidos, que son inevitables en toda revolución. Créame que nada me alegraría  tanto como que este lamentable episodio fuera sólo pasajero y no el estreno de una política cultural dogmática y represiva.

CARETAS-  ¿Cuál es su réplica a la carta de Haydée Santamaría y a los cargos que ella plantea?

VARGAS LLOSA-  La carta de Haydée Santamaría no plantea cargo alguno, solamente invectivas e invenciones. La experiencia me ha demostrado que polemizar a ese nivel es inútil y empobrecedor, de modo que no voy a refutar su carta. Haydée es una heroína de la Revolución Cubana, que demostró un coraje formidable durante la lucha contra Batista, y por ello merece mi mayor  simpatía y respeto. Pero sólo por ello… ¿Me oyó bien?

CARETAS-  Perfectamente…Periódicos de derecha  han destacado insólitamente el entredicho suyo con Fidel Castro. ¿Qué opina al respecto?

VARGAS LLOSA-  Era previsible que la derecha tratara de sacar partido de los acontecimientos cubanos. Es una de las razones por la que el episodio de las autocríticas y el discurso de Fidel me parecen lamentables: por la extraordinaria oportunidad que brindan a la derecha y al imperialismo de atacar la solución socialista par los problemas de América Latina. En lo que a mí se refiere, el 29 de mayo entregué a la prensa la siguiente declaración: “Cierta prensa está usando mi renuncia al comité de la revista Casa de las Américas para atacar a la Revolución Cubana desde una perspectiva imperialista y reaccionaria. Quiero salir al frente de esa sucia maniobra y desautorizar enérgicamente el uso de mi nombre en esa campaña contra el socialismo cubano y la revolución latinoamericana. Mi renuncia es un acto de protesta contra un hecho específico que sigo considerando lamentable, pero no es ni puede ser un acto hostil contra la Revolución Cubana, cuyas realizaciones formidables para el pueblo de Cuba son llevadas  cabo en condiciones verdaderamente heroicas, que he podido verificar personalmente en repetidos viajes a la isla. El derecho a la crítica y a la discrepancia no es un privilegio burgués. Al contrario, sólo el socialismo puede asentar las bases de una verdadera  justicia social, dar a expresiones como “libertad de opinión”, “libertad de creación”, su verdadero sentido. Es en uso de ese derecho socialista y revolucionario que he discrepado del discurso de Fidel sobre el problema cultural, que he criticado lo ocurrido con Heberto Padilla y otros escritores. Lo hice cuando los acontecimientos de Checoslovaquia y lo seguiré haciendo cada vez que lo crea legítimo, porque esa es mi obligación como escritor. Pero que nadie se engañe: con todos sus errores, la Revolución Cubana es, hoy mismo, una sociedad más justa que cualquier otra sociedad latinoamericana y defenderla contra sus enemigos es para mí un deber más apremiante que honroso”  ¿Se escuchó, no?

CARETAS-  Claramente……Gabriel García Márquez ha declarado hace algunos días que está con Fidel y ha evitado pronunciarse sobre el caso Padilla. ¿Qué opina de esa actitud?

VARGAS LLOSA-  No conozco las declaraciones completas de García Márquez y por lo tanto no voy a comentar una síntesis tan apretada. Pero lo conozco a él lo suficiente como para estar seguro que su adhesión al socialismo es, como la mía propia, la de un escritor responsable con su vocación y sus lectores, una adhesión no beata ni incondicional…

CARETAS-  La última pregunta… ¿Está de alguna manera arrepentido?

VARGAS LLOSA-  Arrepentido, no, en absoluto, aunque sé que todavía habrá invectivas para rato. Es el precio que hay que pagar cuando uno dice claramente lo que piensa. Estoy, sí, apenado por lo que ha sucedido en Cuba, donde he estado cinco veces, donde hay muchísima gente que quiero de verdad. He actuado como lo he hecho porque creí mi deber hacerlo así. Hace exactamente tres meses estuve charlando largamente en La Habana con tres de los poetas que se han autocriticado y sé perfectamente qué pensaban de la revolución y por eso me es difícil creer que de un momento a otro se tornaron contrarrevolucionarios y se volvieron capaces de acusarse –y acusar a sus mejores amigos- de faltas innobles e imposibles. El socialismo no necesita  humillar a nadie, sea obrero, campesino, o escritor, para lograr su objetivo, que es, precisamente, establecer una relación verdaderamente justa entre los hombres….Eso es todo, ¿se oyó bien?

CARETAS-  Sí, perfectamente, y muchas gracias.

martes, 18 de enero de 2011

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS ALTAMIRANO: 100 AÑOS









“Mi niñez pasó quemada entre el fuego y el amor”.
José María Arguedas

José María  Arguedas Altamirano, nació el 18 de enero de 1911 en la ciudad de Andahuaylas, provincia de Andahuaylas, departamento de Apurímac. Fue hijo de Víctor Manuel Arguedas Arellano, un abogado cuzqueño que ejercía de Juez en diversos pueblos, y de Victoria Altamirano Navarro, perteneciente a una acaudalada familia de Andahuaylas. Cuando tenía dos años y medio de edad, falleció su madre, víctima de cólicos hepáticos; pasó entonces a vivir a la casa de su abuela paterna, Teresa Arellano, en la ciudad de Andahuaylas.


En 1915, su padre, al ser nombrado Juez de primera instancia de la provincia de Lucanas (departamento de Ayacucho), se trasladó a dicha sede, donde poco después se casó con una rica hacendada de San Juan de Lucanas, Grimanesa Arangoitia Iturbi viuda de Pacheco (1917). El pequeño José María viajó entonces a Lucanas, para reunirse con su madrastra; el viaje fue todo un acontecimiento para él, como lo recordó siempre. La familia se instaló en Puquio, la capital de la provincia. En 1919, tras la ascensión al poder de Augusto B. Leguía, el padre, que era del partido contrario, fue removido de su cargo de Juez y tuvo que tornar a su oficio de abogado litigante y viajero, trajinar que solo le permitía hacer visitas esporádicas a su familia.

Esta parte de la infancia de Arguedas estuvo marcada por la difícil relación que sostuvo con su madrastra y con su hermanastro Pablo Pacheco. Aquella sentía por su hijastro un evidente desprecio, y en una ocasión lo mandó a convivir con los criados indígenas de la hacienda. Por su parte el hermanastro lo maltrataba física y psicológicamente e incluso en una ocasión le obligó a presenciar la violación de su tía. La figura de este hermanastro habría de perdurar en su obra literaria personificando al gamonal abusivo, cruel y lujurioso. Solo entre los indios sintió el afecto que le negó su familia, identificándose con la idiosincrasia de aquellos, basada en el amor a la naturaleza. A continuación expongo dos citas del mismo Arguedas:

Los indos y especialmente las indias vieron en mí exactamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba más consuelo que ellos… y me lo dieron a manos llenas. Pero algo de triste y de poderoso al mismo tiempo debe tener el consuelo que los que sufren dan a los que sufren más, y quedaron en mi naturaleza dos cosas muy sólidamente desde que aprendí a hablar: la ternura y el amor sin límites de los indios, el amor que se tienen entre ellos mismos y que le tienen a la naturaleza, a las montañas, a los ríos, a las aves (…)

Fueron para mí, ellos, el hogar.

En julio de 1921 se escapó de la casa de la madrastra junto con su hermano mayor Arístides; ambos fueron a la hacienda Viseca, propiedad de su tío Manuel Perea Arellano, situada a 8 km de San Juan de Lucanas. Allí vivieron durante dos años, en ausencia del padre, conviviendo con los campesinos indios a quienes ayudaban en las faenas agrícolas. Para José María fueron los años más felices de su vida.

En 1923 abandonó su retiro al ser recogido por su padre, a quien acompañó en sus frecuentes viajes laborales, conociendo más de 200 pueblos. Pasaron por Huamanga, Cuzco y Abancay. En ésta última ciudad ingresó, junto con su hermano Arístides, como interno en el Colegio Miguel Grau de los Padres Mercedarios, mientras su padre continuaba su vida itinerante. Dichas peripecias a través del sur del Perú y su internado en el colegio abanquino serían evocadas después en su novela Los ríos profundos, su obra maestra.

En 1925 sufrió un accidente que lo llevó a perder dos dedos de la mano derecha. En 1926 empezó sus estudios secundarios en un colegio de Ica, en la desértica costa peruana, hecho que marcó su alejamiento del ambiente serrano que había moldeado hasta entonces su infancia. Allí sufrió en carne propia el desprecio de los costeños hacia los serranos. En 1928 se trasladó a la ciudad de Huancayo, continuando allí sus estudios e iniciándose como escritor al colaborar en la revista estudiantil Antorcha. En 1930 pasó una larga temporada en Yauyos, al lado de su padre. De los cursos correspondientes a sus dos últimos años estudiantiles (1929-1930), rindió exámenes en el Colegio Nuestra Señora de La Merced, de Lima, a base de los estudios que hizo sin maestro alguno en la sierra.

En 1931, ya con 20 años de edad, se estableció en Lima e ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A raíz del fallecimiento de su padre, ocurrido al año siguiente, se vio forzado a ganarse la vida y entró a trabajar como auxiliar en la Administración de Correos.

En 1933 publicó su primer cuento: Warma kuyay. En 1935 publicó Agua, su primer libro de cuentos, que obtuvo el segundo premio de la Revista Americana de Buenos Aires. En 1936 fundó con Augusto Tamayo Vargas, Alberto Tauro del Pino y otros, la revista Palabra, en cuyas páginas se ve reflejada la ideología propugnada por José Carlos Mariátegui. En 1937 fue apresado por participar en las protestas estudiantiles contra la visita del general italiano Camarotta, jefe de una misión policial de la Italia fascista. Fue trasladado al penal “El Sexto” de Lima, donde permaneció ocho meses en prisión, episodio que tiempo después evocó en la novela del mismo nombre.

Poco después, lograda ya su Licenciatura de Literatura en San Marcos, inició su carrera docente en el Colegio Nacional Mateo Pumacahua de Sicuani, en el departamento de Cuzco, como profesor de Castellano y Geografía (1939-1941). Allí, junto con sus alumnos, llevó a cabo un trabajo de recopilación del folclor local. Descubrió entonces su vocación de etnólogo. Paralelamente contrajo matrimonio con Celia Bustamante Vernal, promotora de la Peña Cultural Pancho Fierro (1939), un legendario centro de reunión de artistas y intelectuales.

En 1941 publicó Yawar Fiesta, su primera novela. Entre octubre de 1941 y noviembre de 1942, fue agregado al Ministerio de Educación para colaborar en la reforma de los planes de estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano en el Congreso Indigenista Interamericano de Pátzcuaro (1942), reasumió su labor de profesor de castellano en los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Nuestra Señora de Guadalupe y Mariano Melgar de Lima.

En 1944 presentó un episodio depresivo caracterizado por decaimiento, fatiga, insomnio, ansiedad y probablemente crisis de angustia, por lo cual pidió licencia repetidas veces en su centro de labor docente. Este episodio lo describió en sus cartas a su hermano Arístides y brevemente en sus diarios insertados en su novela póstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo. Durante cinco años estuvo, según confesó, neutralizado para escribir. Se recuperó, pero eventualmente tendría otras recaídas posteriores.

En 1948, se le redujeron las horas de clases y el sueldo de profesor que recibía en el Ministerio de Educación, bajo la acusación de hacer propaganda comunista. Finalmente fue cesado (1949). Eran los días de la dictadura de Manuel A. Odría. Sin embargo, continuó ejerciendo diversos cargos en instituciones oficiales encargadas de conservar y promover la cultura.

En marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore del Ministerio de Educación, para luego ser promovido a Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y Despacho del mismo Ministerio (1950-1952). Llevó a cabo importantes iniciativas orientadas a estudiar la cultura popular en todo el país. Por su gestión directa, Jacinto Palacios, el gran trovador andino, grabó el primer disco de música andina en 1948. Los teatros Municipal y Segura abrieron sus puertas al arte andino.

Entre 1950 y 1953 dictó cursos de Etnología y Quechua en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones. En 1953 fue nombrado Director del Instituto de Estudios Etnológicos del hoy Museo Nacional de la Cultura Peruana, cargo en el que permaneció durante diez años; simultáneamente dirigió la revista Folklore Americano (órgano del Comité Interamericano de Folklore, del que era secretario).

El cuento La muerte de los hermanos Arango, que publicó en 1953, obtuvo el primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento en México. En 1954 publicó la novela corta Diamantes y pedernales.

A fin de complementar su formación profesional, se especializó en la Universidad de San Marcos en Etnología, de la que optó el grado de Bachiller el (20 de diciembre de 1957) con su tesis La evolución de las comunidades indígenas, trabajo que obtuvo el Premio Nacional Fomento a la Cultura Javier Prado 1958. Por entonces realizó su primer viaje por Europa, becado por la UNESCO, para efectuar estudios diversos, tanto en España como en Francia. Durante el tiempo que permaneció en España, Arguedas hizo investigaciones entre las comunidades de la provincia de Zamora, buscando las raíces hispanas de la cultura andina, que le dieron material para su tesis doctoral: Las Comunidades de España y del Perú, con la que se graduó el 5 de julio de 1963.

En 1958 publicó Los ríos profundos, novela autobiográfica, por la cual recibió en 1959 el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma. Esta novela ha sido considerada como su obra maestra. Por entonces empezó a ejercer como catedrático de Etnología en la Universidad de San Marcos (de 1958 a 1968). De la misma disciplina fue también profesor en la Universidad Nacional Agraria La Molina (de 1962 a 1969).

En 1961 publicó su novela El Sexto, por la cual se le concedió, por segunda vez, el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma (1962). Dicha obra es un relato novelado de su experiencia carcelaria en el famoso penal situado en el centro de Lima, clausurado en 1986.

En 1962 editó su cuento La agonía de Rasu Ñiti. Viajó en ese mismo año a Berlín Occidental (Alemania), donde se llevó a cabo el primer coloquio de escritores iberoamericanos, organizado por la revista Humboldt.

En 1963 fue nombrado Director de la Casa de la Cultura del Perú, donde llevó a cabo una importante labor profesional; sin embargo, renunció al año siguiente, como gesto de solidaridad para con el presidente de la Comisión Nacional de Cultura.

En 1964 publicó su obra más ambiciosa: Todas las sangres, novela de gran consistencia narrativa, en la que el escritor quiso mostrar toda la variedad de tipos humanos que conforman el Perú y a la vez los conflictos determinados por los cambios que origina en las poblaciones andinas el progreso contemporáneo. En ese mismo año se le reconoció su labor de docente otorgándosele las Palmas Magisteriales en grado de Comendador y una Resolución Suprema firmada por el presidente Fernando Belaúnde Terry dándole las “gracias por los servicios prestados a favor de la cultura nacional”. Fue nombrado también Director del Museo Nacional de Historia, cargo que ejerció hasta 1966.

En 1965, luego de divorciarse de su primera esposa, se casó con la dama chilena Sybila Arredondo, quien lo acompañó hasta el final de su vida. Años después Sybila estuvo presa en el Perú acusada de tener vínculos con el grupo terrorista Sendero Luminoso y tras ser liberada volvió a su país en el 2002.

A pesar de todos sus logros personales y profesionales, en abril de 1966 Arguedas cometió su primer intento de suicidio. El escritor venía sufriendo períodos de grave crisis psicológica desde hacía muchos años. A partir de entonces, su vida ya no volvió a ser la misma. Se aisló de sus amigos y renunció a todos los cargos públicos que ejercía en el Ministerio de Educación, con el propósito de dedicarse solamente a sus cátedras en la Universidad Agraria y en la de San Marcos. Para tratar su mal se puso en contacto con la psiquiatra chilena Lola Hoffmann, quien le recomendó, a manera de tratamiento, que continuara escribiendo. De este modo publicó otro libro de cuentos: Amor mundo y todos los cuentos (1967) y, más adelante, su obra póstuma: El zorro de arriba y el zorro de abajo, cuya edición quedo al cuidado de Sybila y el poeta Emilio Adolfo Westphalen

En 1968 terminó su magisterio en la Universidad de San Marcos, y, casi simultáneamente, fue elegido jefe del departamento de Sociología de la Universidad Nacional Agraria La Molina, a la cual se consagró a tiempo completo. Ese mismo año le fue otorgado el premio “Inca Garcilaso de la Vega”, por haber sido considerada su obra como una contribución al arte y a las letras del Perú. En esa ocasión pronunció su famoso discurso: No soy un aculturado.

Sin embargo, por esta época sus angustias existenciales se agudizaron y surgió nuevamente la idea del suicidio tal como lo atestigua su “Primer diario”, el cual insertó en su novela póstuma. Finalmente renunció a su cargo en la Universidad Agraria y el 28 de noviembre de 1969 se encerró en el baño de la universidad y se disparó un tiro en la cabeza, a causa del cual murió, después de pasar cinco días de penosa agonía (2 de diciembre de 1969).

El día de su entierro, tal como el escritor había pedido en su diario, el músico andino Máximo Damián tocó el violín ante su féretro, acompañado por el arpista Luciano Chiara y los danzantes de tijera Gerardo y Zacarías Chiara, y luego pronunció un breve discurso, en palabras que transmitieron el sentimiento del pueblo indígena, que lamentó profundamente su partida.

FOTOS DEL RECUERDO-1984



En la ciudad de Ayacucho, el 27 de noviembre de 1984, el escritor y miembro de la Comisión investigadora para el caso Uchuraccay, Mario Vargas Llosa rinde su manifestación ante el Tribunal correccional de Ayacucho en el juicio contra campesinos de la comunidad de Uchuraccay por el asesinato de 8 periodistas y dos comuneros.

El 2 de noviembre de 1983, el presidente Belaunde nombró la Comisión Investigadora de los Sucesos de Uchuraccay que estuvo presidida por el escritor Mario Vargas Llosa. Esta comisión presentó su informe un mes después, señalando como responsables a los campesinos de Uchuraccay.