viernes, 4 de febrero de 2011

CÉSAR VALLEJO: ASCENDENCIA

Don Pablo Manuel de Porturas y Corral era dueño de la hacienda Nuestra Señora del Rosario de Angasmarca y Santa Rosa de Viterbo en la Provincia de Santiago de Chuco de los andes del norte del Perú. El primer propietario de la hacienda don Martín de Aranda y Porras había recorrido la hacienda a caballo durante 65 días y no llegó a conocerla toda. La hacienda tenía buenos pastos para la cría de ganado y buena tierra para la agricultura. En 1828 don Pablo Manuel de Porturas y Corral tenía 20 años y quería casarse. Hizo una reunión de los padres de familia de hacienda y les hizo una invitación memorable: que traigan a sus hijas que cumplían entre los 18 y los 20 años de edad, que vistan con sus mejores trajes y que vengan con ellas a la casa - hacienda para una gran celebración. Las madres trajeron a sus hijas bien vestidas, el patrón ordenó que las muchachas solas entren al patio y se formen en dos filas, frente a frente a 2 metros de distancia. Porturas caminó entre las dos filas observando a las muchachas. Había una con un sombrero que casi le tapaba la cara. Porturas pasó sin mirarla, pero volvió y le levantó el sombrero, vio un rostro hermoso y dijo: “Esta es”. Luego le tomó de la mano y la entregó a las matronas, para que se hicieran cargo de la muchacha. Llamaba Santos Verde y era una muchacha muy hermosa, natural de la hacienda de Calipuy, vecina de Angasmarca. La llevaron a Trujillo, donde durante un año la prepararon para las bodas.

Don Pablo había decidido que las bodas las celebrara un sacerdote español, de tez blanca y ojos azules. Se puso de acuerdo con su hermano don José de Porturas y Corral. La hacienda necesitaba un sacerdote. Con el propósito de conseguirlo, don Pablo  viajó a España. En Trujillo de Extremadura encontró al sacerdote que buscaba. Era el padre mercedario Don José Rufo Vallejo. De regreso en el Perú con el sacerdote mercedario, don Pablo viajó a Trujillo del Perú para recoger a su novia, acompañado del sacerdote y de una comitiva. Santos Verde había sido transformada en un solo año en su manera de vestir, hablar y tratar por las dos matronas de Trujillo, encargadas de su educación. Cuando volvieron a la hacienda, los peones los recibieron con alborozo, besaban la sotana blanca del sacerdote don José Rufo Vallejo. Decían que era muy amable con todos, especialmente con los pobres. El sacerdote mercedario don José Rufo Vallejo celebró las bodas de Pablo de Porturas con Santos Verde en 1830. El matrimonio tuvo cinco hijos.

El sacerdote José Rufo Vallejo se establece en la región. Sirvió como cura en Angasmarca, Marcabal y Mollepata. En 1836 fue nombrado cura de Santiago de Chuco, fue muy activo con las hermandades de la ciudad, y realizó obras en favor de los pobres y de las viudas. Durante este periodo conoció a la joven Justa Benites Rebaza, se enamoró de ella, fue correspondido y tuvo relaciones íntimas con ella. Como resultado de esas relaciones, tuvo dos hijos con Justa Benites: Ignacia Natividad Vallejo que nació en 1837 y Francisco de Paula Vallejo que nació el 2 de abril de 1840. Esos hijos fueron reconocidos por el cura Vallejo. Las mujeres de Santiago de Chuco criticaron duramente a Justa por sus relaciones con el cura. Los hombres la defendieron y pidieron a las mujeres que no juzgarán al sacerdote, porque hacer el juicio de la conducta del sacerdote no les correspondía a ellas. Era tradición en el Perú que los sacerdotes que no podían mantener el celibato, convivían con sus mujeres como si fueran sus parientes cercanos. Las hermandades de Santiago de Chuco criticaron al cura Vallejo, porque Justa Benites era una joven decente, de buena familia y muy estimada. Las gentes de la sociedad de Santiago de Chuco terminaron por marginarla, y Justa Benites se aisló con sus hijos, protegida del cura Vallejo, a que sus hijos lo trataban de “padrino”, Justa Benites, que pertenecía a la sociedad de Santiago de Chuco, fue separada de la Iglesia y del trato con las ramillas principales. Las mujeres dejaron de ir a la confesión con el cura Vallejo. Justa Benites dejó de asistir a la Iglesia y se alejó de todas las actividades religiosas.

Los hijos del cura Vallejo fueron enviados por su padre a Trujillo para que sigan sus estudios secundarios. El cura dejó bienes a sus hijos, una fortuna en oro y plata, producto de 25 años de servicios como cura en diferentes lugares de la región. Le dejó a su hijo Francisco de Paula Vallejo una valiosa biblioteca con libros sobre derecho y con obras religiosas. Francisco de Paula Vallejo se dedicó al estudio de las leyes en la biblioteca de su padre, se preparó para defender juicios y actuar como abogado autodidacta. Llegó a ser gobernador de Santiago de Chuco. La hija del cura Vallejo, Ignacia Natividad Vallejo, se dedicó a la agricultura y a la ganadería, montaba a caballo y fumaba.

El celibato de los curas no era aguardado estrictamente en Santiago de Chuco. En 1850 otro sacerdote español, el padre Baltazar Joaquín de Mendoza, tuvo una hija con María Natividad Gurrionero: María de los Santos de Mendoza, una muchachita muy agraciada. Esta se enamoró de Francisco de Paula Vallejo y éste de ella. Caminaron al altar de la iglesia de Santiago de Chuco el 22 de junio de 1867 y casaron. Tanto la madre de Francisco de Paula Vallejo como la madre de María de los Santos de Mendoza pertenecían a la sociedad de Santiago de Chuco, no eran  indígenas, hablaban español y tenían la cultura peruana provinciana. Entre los antepasados de ellas, habían personas de raza indígena, pero ellas eran el producto del mestizaje natural, que ocurrió en todo el territorio del antiguo Virreinato del Perú. No eran indias mochicas de la costa. Su ancestro estaba en el Perú andino. Los dos padres de la pareja que contrajo matrimonio en 1867 eran españoles de pura cepa, y uno de ellos entroncado con la nobleza de los Mendoza de Castilla.

María de los Santos de Mendoza llevó como dote al matrimonio la casa heredó de su madre María Natividad Gurrionero. Del matrimonio de Francisco de Paula Vallejo con María de los Santos de Mendoza nacieron 12 hijos: cuatro mujeres y ocho varones. La mayor María Jesús nació el 30 de diciembre de 1868 y vivió 89 años. El segundo hijo, Víctor Clemente, nació en 1870 y vivió 76 años, el tercer hijo, Francisco Cleofé, nació en 1872 y sólo vivió 6 años. El cuarto hijo, Manuel María, nació en 1874 y vivió 14 años. El quinto hijo, José Augusto, nació en 1876 y vivió 79 años. La sexta hija, María Encarnación, nació en 1878 y vivió 41 años. El séptimo hijo, Manuel Natividad, nació en 1880 y vivió 86 años. El octavo hijo, Néstor Pablo, nació en 1883 y vivió 89 años. La novena hija, María Aguedita, nació en 1886 y vivió 77 años, fue la madre de Oswaldo Vázquez Vallejo, cronista de la familia Vallejo de Mendoza, que escribió el libro César Abraham Vallejo: ascendencia y nacimiento (Trujillo, 1992). La décima hija Victoria Natividad, nació en 1887 y vivió 96 años. El undécimo hijo, Miguel Ambrosio, nació en 1889 y vivió 26 años. El duodécimo hijo, César Abraham, nació el 7 de marzo de 1892 a las 2 de la tarde; fue el último hijo del matrimonio Vallejo-de Mendoza, vivió 46 años y murió en París.

Siete de los 12 hijos fueron longevos. Todos nacieron en Santiago de Chuco en la casa de la madre, en una habitación que se llamaba la Sala Verde, porque tenía la puerta pintada de verde. Cuando María de los Santos se encontraba embarazada iba a la Iglesia Matriz y contrataba una misa con el sacerdote para el buen nacimiento del niño o niña que llevaba en el vientre. Le decía al cura: “Padre, si mi hijo es varón ruego a Nuestro Señor que no sea militar, torero, ni payaso; y si es mujer, ruego la ampare en todos los días de su vida, que Él ponga su voluntad en cada hija”. Luego le pagaba al sacerdote 80 centavos de un peso y la misa duraba 30 minutos.

La madre de los Vallejo se dedicaba a los quehaceres de su hogar, cuidaba de la preparación de los alimentos para su numerosa prole. En esa tarea le ayudaban a sus domésticas: Inés Sifuentes, las hermanas Jacoba y Rosario Llajaruna, María Reyes, Rosa Aguilar y una señora Frutosa que estaba al cuidado del niño César Vallejo y lo llevaba de la mano a la escuela.

3 comentarios:

  1. hola ...Me pareció interesante el relato, se parece a lo que le sucedio a mi tatarabuelo en Santiago, he iniciado la busqueda de mis raices y ella empiezan en santiago de chuco. Vivo actualmente en Trujillo...me gustaria charlar contigo...joquemi1975@yahoo.es

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  2. Felicitaciones un excelente y nutrido relato.

    Atentamente,
    Santiago Vallejo.

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